Sin expectativas no hay desilusión. Esa frase, con algo de cliché, usada por un gran amigo mío, esconde bastante de verdad. Es un buen ejercicio y en el concierto de ayer en el Teatro Cariola puede aplicarse a plenitud.
Ahora, el hecho de no tener tantas expectativas referentes a un concierto no es un sentimiento antojadizo. Es la suma de antecedentes que hizo que la verdad, demasiada expectación no hubiera en el presente show. Lo primero es lo obvio, si bien “Pariah’s Child” es un disco más que correcto, hace mucho tiempo que la banda liderada por Tony Kakko no cuaja un trabajo redondo y aún sigue viviendo de sus dos primeros trabajos, piezas de colección fundamentales en la historia del estilo. Tanto es, que la banda decidió (en una decisión bastante cuestionable) relanzar «Ecliptica«, acercando a la gente a la manera en que los temas suenan en vivo. De más está decir que el resultado es poco feliz y se pierde mucho de la magia y la fuerza de su pieza debut.
Lo segundo, es que no era demasiado lo que ofrecía Sonata Arctica hoy, luego de su visita de hace casi un año. Si bien dio tiempo para que la banda consolidara «Pariah’s Child«, tampoco está el ingrediente de la “novedad” que hace dejar de lado las dudas y tomar la decisión de asistir a un concierto, sin ser fanático a ultranza de una banda.
Eso trajo dos consecuencias algo lógicas: la primera de ellas es que las expectativas de la producción respecto a la cantidad de gente que asistiría al show se aterrizara y quedase claro que el Chimkowe era un recinto que iba a quedar grande, por lo que hubo que realizar un traslado al renovado Teatro Cariola (al que nos referiremos luego), lo que hizo además que gente decidiera ir. No es lo mismo un lugar central a uno bastante lejano, con dificultad de locomoción. A las 11 de la noche eso pesa. Muy fanático puede ser uno, pero hay variables. Esa decisión fue acertada.
Lo segundo es que la gente que asistiría es la fan más a ultranza de los finlandeses. Y eso se notó desde la fila al recinto de calle San Diego. Mucha polera de la banda, mucha ansiedad, muchas ganas de ver a la banda favorita.
Pero también mucho retraso. La invitación decía 20:00, pero a esa hora aún no abrían las puertas y la larga fila comenzaba a impacientarse. Así también comenzaron las noticias y los rumores, que redundarían en el gran punto negro de la jornada. Dishearted, los noveles oriundos de Talagante, no se presentarían. Cuestión discutida incluso cuando ya, cerca de las 20:15 hacíamos ingreso al Cariola. Se dijo que los metropolitanos se presentarían, aunque su show duraría 20 minutos. Cosa que no pasó. Al parecer problemas de los equipos, redundaron en un retraso que hizo que la banda nacional no se presentara. Ojalá tengamos pronto la posibilidad de ver esta gran banda chilena.
Siguió pasando el tiempo y ya cerca de las 21:00 comenzaron las últimas correrías en el escenario y la impaciencia de la gente, cuya facción más fanática blandía globos blancos para recibir al quinteto liderado por Kakko, cuando a las exactas 21:08, las luces del remozado Cariola se apagaron y la intro se confundió con el fervor de la gente. Una voz en off que nos presenta a la banda y The Wolves Die Young comienza a remecer un recinto que estaba al límite de su capacidad. Y desde el minuto uno las mesuradas expectativas comenzaron a mutar a una agradable sorpresa. Primero que todo, porque el recinto no suena mal. Tampoco partió sonando perfecto, normalmente demora tres a cuatro temas el obtener un rendimiento óptimo, pero era todo bastante entendible. Lo segundo es la voz de Kakko. Vilipendiado, a veces con justicia, el colorín está cantando lo que puede bien, en vez de intentar lo que no puede mal. Y eso es un paso adelante. Bajó algo la afinación en los temas más clásicos, lo que le dio mayor dominio de su voz, intentando “cantar” mucho más. Además que hay que decirlo, los temas de Sonata Arctica, con mayor o menor calidad, se destacan por tener muy bien logradas las melodías vocales, virtud que siguen manteniendo. Buen inicio.
Inicio que sin pausas pasó al desenfreno con The 8th Commandment. Hay que decirlo, el debut de Sonata Arctica es un disco fundamental para el estilo y, si bien “Silence”, su segunda placa no se queda tan atrás, el quinteto ha pasado por momentos bastante fluctuantes, es difícil para la banda (y para cualquier banda que lanza un disco debut de esos kilates), volver a replicar la potencia y melodía de «Ecliptica«. Y eso la gente lo sabe, el Cariola temblaba. Quizás acá se pudo percibir uno de los pocos detalles en el show de los finlandeses: la performance de Tommy Portimo. El blondo baterista sufrió en cada tema rápido, por alguna razón perdía el pulso, haciendo que dichos temas sonaran algo desordenados. Ahora, tocar un tema así con el paso de los años no debe ser sencillo y el único sobreviviente (junto con Kakko claro está) de los inicios de Sonata Arctica lo sintió. De todos modos fue un momento brutal.
Y ya que hablamos de “Silence”, lo siguiente fue otro clásico. Black Sheep mantuvo el nivel del concierto en las nubes, ya con un sonido más consolidado (hay que decir que adelante se escuchaba bastante mejor que atrás, en donde la galería hacía rebotar algo el sonido) y una banda a sus anchas, el show comenzaba a encaminarse a una experiencia para recordar, algo más íntima que sus anteriores visitas, en donde las casi 1.000 personas estaban entregadas de antemano.
Pero fue momento de algo nuevo. El que para mí es el mejor tema de su última placa fue la siguiente en sonar, What did you do in the war dad? es un tema intenso, potente, sentido y es agradable cuando esa intensidad se traspasa al directo. Punto a favor para la banda. Losing My Insanity nos hizo retroceder algo más que los tres años desde que salió “Stones Grow Her Name”. Yo conocí el tema en el “Fuel For the Fire” de Ari Koivunen, ganador de la edición 2007 del Soumen Idols, el símil finlandés de American Idol, (¿se imaginan acá un concurso de talentos vocales en que gane un cantante interpretando heavy metal? Qué lejos estamos) disco para el cual Kakko le escribió el tema. Es difícil comparar ambas versiones, porque la voz de Koivunen es privilegiada, pero fue también uno de los buenos momentos de la velada.
Con los temas de los últimos discos, Sonata Arctica no corrió riesgos. Eso quedó de manifiesto con Paid in Full, quizás el mejor tema del discreto “Unia” que para los fanáticos cae casi en la categoría de clásico, siendo muy buen recibido. Misma recepción para el nuevo Blood, otra de las buenas canciones de “Pariah’s Child”. Ya habían pasado cuarenta y cinco minutos y se habían pasado volando, con una tras de otra, mezclando clásicos con temas más nuevos y eso habla muy bien del momento de Sonata Arctica, sobretodo en el carrete de los shows en directo.
Lo siguiente fue el momento de la nostalgia. Kakko que nos habla de sus inicios, de cuando eran una banda que tocaba versiones de otras bandas finlandesas y de bandas clásicas y que una de las primeras canciones que habían compuesto había sido la que interpretarían a continuación. Letter to Dana sonó impecable, con una gran interpretación de Kakko y donde se encendieron los celulares y tres encendedores (cómo cambian los tiempos) en un recuerdo al primer e imprescindible trabajo.
Con I Have a Right y X Marks the Spot volvimos a los nuevos tiempos, sin perder la intensidad en ningún momento. Y es donde Kakko se siente más cómodo, con temas en que no fuerza tanto su voz y en que puede matizar. Eso quedó demostrado en el inicio a capella de I Have a Right. Podemos señalar que Sonata Arctica es, además, una banda interesante en escena, con Elias y Pasi siempre ocupando todo lo ancho del escenario y un Henrik que no se esconde tras su teclado, sino que se cuelga su instrumento, a la usanza de los antiguos grupos «sound» e interactúa con sus compañeros de banda y con la gente.
Volviendo al show, quizás el único momento “sorpresivo” de la noche. Debía haber sonado la discreta Love, según lo que estaba previamente estipulado, pero fue Tallulah de “Silence” la siguiente en caer. No exagero al señalar que sonó incluso mejor que Letter to Dana, con un público que la coreó de principio a fin y que se transformó en el punto en que el recital comenzó a tomar otro cariz, siendo el comienzo de un epílogo cargado de clásicos.
Claro está, porque Fullmoon, además de ser uno de esos temas clásicos imperecederos, suena extraordinario en vivo. Y eso hace que la gente responda, el recinto saltaba junto a la gente. Tal y como lo dijimos, el Cariola hizo que el recital fuera más íntimo (más caluroso claro está), y aún más entregado. Unopened mantuvo el espíritu en alto, con presentación de banda incluida.
El fin de la primera parte fue brutal. San Sebastian, a pesar de los problemas que Tommy tenía con los temas más acelerados, sonó monstruosa. Vuelvo a repetir, es impresionante la entrega de los fans, algo más transversales de lo que pensé. Desde jóvenes que recién se inician en el camino del heavy metal, hasta veteranos que a esta altura de la vida, no tienen que dárselas de “maduros”, sin tener porqué renegar del gusto de una banda que en vivo supera las expectativas.
No fue mucha la pausa, pero fue intensa. La gente, a pesar del calor del sauna de San Diego, comenzó a pedir UN tema en especial, que los que conocían el set, sabían que no se ejecutaría. El «Wolf and Raven» del público encontró una particular respuesta de Kakko. Salió solo a escena e interpretó parte del tema a capella junto a la gente. Salió jugando el hombre, lo que además demuestra su bagaje como frontman.
My Land fue el principio de la última parte del show, que está claro sería de sólo clásicos. Muchas bandas habrían terminado ya el recital, después de cerca de 90 minutos, pero quedaba un poco más. Replica sonó potente, coreada por todo el público que entendía que el show se estaba terminando y agradecía a una banda que estaba entregando todo en escena. Y eso es sintomático, Kakko humildemente agradecía a cada uno de los que había pagado su ticket ese día, el show anterior y los que vendrán, señalando que era eso lo que mantenía la música viva.
Ya la banda, ataviada por completo con camisetas chilenas con sus nombres en la espalda, decía adiós, con un tema que se ha vuelto tradicional para cerrar sus shows. Don’t Say a Word con esa entretenida coda de “Vodka” fue el corolario de un concierto que sin lugar a dudas quedará en la memoria no sólo de los que fueron por primera vez, sino además de quienes los siguen gira a gira.
A pesar de los más de 35º que debía haber en el recinto, fue el calor humano el que se hizo presente para hacer de este show algo especial y contagió a una banda que se mueve más por los fríos parajes. Sonata Arctica es una banda que si bien tiene algunas reticencias por algunos “doctos” y “pseudoentendidos”, no tiene a estas alturas nada que demostrar. Lo que sí tiene la calidad y tiene la fidelidad de una fanaticada que hizo que en su sexta venida a nuestro país, llevara algo más de mil personas al recinto de calle San Diego y eso es algo que pocas pueden contar.
En suma una noche que a pesar de ciertas imperfecciones de sonido y de producción, en el resultado final resultó sorprendente, porque, como decíamos al principio, expectativas en lo general respecto de este show no había demasiadas, pero no sólo no existió desilusión, sino que todo lo contrario, una tremenda satisfacción.
Setlist de Sonata Arctica:
01. The Wolves Die Young
02. The 8th Commandment
03. Black Sheep
04. What Did You Do in the War, Dad?
05. Losing My Insanity
06. Paid in Full
07. Blood
08. Letter to Dana
09. I Have a Right
10. X Marks the Spot
11. Tallulah
12. FullMoon
13. UnOpened
14. San Sebastian
Encore:
15. My Land
16. Replica
17. Don’t Say a Word
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